La plataforma stop desahucios se ha acercado al Parlamento de un modo pacífico y siguiendo escrupulosamente el dictado de la ley y allí se ha tropezado con un muro de incomprensiones que intenta vadear ahora yendo directamente a los domicilios de algunos políticos, con el fin de contarles algunos casos individuales verdaderamente dramáticos por si esos mismo políticos toman conciencia del problema y son capaces por un momento de ver a esas familias como la suya propia. En este caso se trata de familias que pasa hambre, que no tienen un techo, pero que también pasan miedo, mucho miedo por la situación de indefensión en la que se encuentran... en un Estado de derecho ciertas prácticas de usura financiera no deberían suceder pero ¿donde queda el derecho cuando ves que alguien te pisa el cuello? En ese caso lo menos que puedes hacer es defenderte y de paso morder el pie de quién te avasalla pues en el momento que pueda pisarte de nuevo lo hará sin contemplaciones. Va con su propia naturaleza. En estas circunstancias no se puede pedir calma a un padre que ya no puede dar techo a sus hijos porque se lo han quitado mediante una ley hipotecaria usurera e injusta. Es humillado sin capacidad para defenderse.
En estas circunstancias (y ya como víctima) ve que la justicia española se llama andanas: ya lo ven ustedes. A mí no me entra en la cabeza que la justicia con sus jueces y fiscales a la cabeza tengan que ser un poder manejado a su antojo por el político cuando antiguamente se ascendía por escalafón (no eran los partidos los que nombraban a los miembros del CGPJ, del TS o del TC). Así pues aceptemos la llegada de ese nuevo término de moda en las calles (el escrache) que tal vez ha llegado para quedarse. Al menos hasta que cambie la ley, y lógico sería que los señores diputados se esmerasen en llo antes que quejarse por tener que vivir en carne propia la reacción de quienes pasan hambre o están viviendo la injusticia de los desahucios. La pena es que estos diputados hayan pasado el susto y la normalidad haya vuelto a sus vidas como si nada hubiera sucedido, mientras que otros (quizá esos que aporrean sus puertas) no han tenido esa oportunidad y utilizan la defensa propia como única arma posible que, además de legal, es legítima, necesaria y muy digna de ellos. Al menos si la justicia no funciona.
LUIS ENRIQUE VEIGA RODRÍGUEZ
Publicado en : ATLÁNTICO
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