Hay un lugar en Santiago con vistas a Monte Pío donde las noches de invierno el viento pega con fuerza en la cara. Hasta allí no se va por casualidad. Hay que ir de forma premeditada. Es miércoles de madrugada. Son ya más de las doce y media de una noche en la que la temperatura va descendiendo hasta los 2,8 grados. Ahí, refugiados de la intemperie por el saliente de una dársena, duermen al raso más de una veintena de personas. Cuando agotan los ocho días al mes a los que tienen derecho en el albergue de transeúntes, esa población fluctuante de personas que no tienen casa tratan de buscar un lugar.
Puede ser «un cuarto por horas» con calefacción a los pies de un cajero automático u otro más gélido a la intemperie. Los primeros tienen la ventaja del calor, pero no están en un lugar escondido. Aunque el segundo es incómodo, está oculto. Además, no tienen que pasear con los enseres a cuestas todo el día. «No caixeiro de aí ao lado durme un home. Está lendo sempre, teñoo visto na biblioteca. Para aí ou naquel outro de máis arriba», dice la dueña de un local de hostelería de la zona vieja de Compostela. Y, efectivamente, el hombre está. Acaba de llegar con su equipaje al cajero. Una maleta, una bolsa con libros, otra con un envase de vino de cartón... «¿Queréis que os cuente? Pues vivo en la calle y de la mendicidad, entonces la historia vale esto», dice mientras frota uno contra otro los dedos índice y pulgar. No hay dinero. No hay historia. «Hace un año que dejé la heroína, probablemente cuando estaba enganchado por cinco euros contaría... Ahora no», zanja.
No muy lejos, en otro cajero ubicado al lado de la plaza de Cervantes, duerme Martin. Tiene la cara tapada con el gorro que le cubre la cabeza. Ese antifaz de lana es su particular interruptor para apagar la luz perenne del cajero. Despierta. Cuenta que es polaco. Lleva un año recorriendo los caminos de Santiago para expiar una culpa de la que no habla. Busca saldar, según dice, «esa deuda particular con Dios». En la ruta aprendió español. En un año. Explica que envuelto en un saco, que coloca sobre una esterilla, está bien. No tiene frío. «Esta noche no había espacio para dormir en el albergue y vine aquí, pero se está bien», comenta. Y pide disculpas por no querer salir en la foto. Luego se cubre de nuevo los ojos con el gorro. Y vuelve a dormir. Tranquilo. No le molesta que la gente sepa que descansa ahí.
No son los únicos que pueblan los cajeros. «Aí abaixo hai un, onte polo menos estaba. E nos caixeiros da zona nova tamén hai», dice un empleado del servicio de limpieza que hace el turno de noche. Ahí están. (LEER MAS)
Unos 650 indigentes en la ciudad, de los que aproximadamente 50 se encuentran en fase terminal.
Los miembros de la COORDINADORA CIUDADANA INDEPENDIENTE y CORUÑA SIN TECHO lamentamos que las medidas que se toman en lo referente a los indigentes sean siempre de tipo policial o caritativo por lo que proyectamos iniciar una recogida de firmas para que se tramite UNA LEY QUE COMBATA LA MARGINALIDAD.
Este hipotético texto debe garantizar a la persona un techo permanente tal y como recoge la constitución. Además el mendigo deberá recibir atención sanitaria y psicológica, especialmente cuando se encuentre en el peor nivel de degradación. Una vez que se cubren estas necesidades el indigente deberá participar en cursos de reciclaje formativo o de alfabetización si fuera necesario.
El paso siguiente seria que las administraciones públicas ubicasen al indigente en proceso de reinserción en un puesto publico de trabajo temporal, con preferencia en tareas sociales a cargo de las propias administraciones. El proceso de reinserción concluye cuando la persona esa empleable y puede lograr su independencia (VER MÁS)
Los miembros de la COORDINADORA CIUDADANA INDEPENDIENTE y CORUÑA SIN TECHO lamentamos que las medidas que se toman en lo referente a los indigentes sean siempre de tipo policial o caritativo por lo que proyectamos iniciar una recogida de firmas para que se tramite UNA LEY QUE COMBATA LA MARGINALIDAD.
Este hipotético texto debe garantizar a la persona un techo permanente tal y como recoge la constitución. Además el mendigo deberá recibir atención sanitaria y psicológica, especialmente cuando se encuentre en el peor nivel de degradación. Una vez que se cubren estas necesidades el indigente deberá participar en cursos de reciclaje formativo o de alfabetización si fuera necesario.
El paso siguiente seria que las administraciones públicas ubicasen al indigente en proceso de reinserción en un puesto publico de trabajo temporal, con preferencia en tareas sociales a cargo de las propias administraciones. El proceso de reinserción concluye cuando la persona esa empleable y puede lograr su independencia (VER MÁS)
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